Jóvenes voluntarios al servicio de la esperanza en Tierra Santa

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Jóvenes voluntarios

«Hace dos años nuestra Lugartenencia fue de peregrinación a Tierra Santa con el nuevo Lugarteniente José Carlos Sanjuán y Monforte y una parte de la familia, entre ellos su hijo Lucas y otros tres hijos de un futuro Caballero que iba a entrar en la Orden. Durante el viaje nació la idea de organizar una peregrinación orientada hacia una experiencia de voluntariado que diera a conocer a los más jóvenes el interior de Tierra Santa, el trabajo de la Iglesia diocesana y de las organizaciones religiosas presentes en los lugares sagrados para ayudar a los cristianos y a los más necesitados». Como da testimonio María José Fernández y Martín, Dama de la Lugartenencia para España Occidental, este fue el punto de partida de la magnífica experiencia vivida este año por 13 jóvenes (cuatro chicos y nueve chicas) a los que acompañó a Tierra Santa durante dos semanas de peregrinación y voluntariado del 30 de junio al 14 de julio.

«Teníamos que preparar un programa que mezclara trabajo y peregrinación. Para la mayoría de los muchachos se trataba de un primer contacto con Tierra Santa. Para la Lugartenencia era evidente que esa primera experiencia tenía que ser un momento especial que pudiera abrir la vía a un futuro prometedor desde un punto de vista humano y espiritual, aplicando los valores cristianos de manera concreta y activa» comentó María José.


Con los niños de Belén

De los 13 voluntarios, las 5 chicas más jóvenes realizaron su voluntariado en La Crèche, un orfanato de Belén llevado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, mientras que los otros ocho ayudaron al Hogar Niño Dios, un instituto de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado que recibe a niños con discapacidad. A estos dos establecimientos les ayuda la Orden del Santo Sepulcro desde hace años.

En la guardería hay unos 60 niños de 0 a 5 años. «Cuando llegamos acababa de entrar en el orfanato un bebé prematuro nacido en el séptimo mes de embarazo y abandonado. Necesitaba oxígeno porque sus pulmones no le permitían respirar. En la cuna su pequeño cuerpo luchaba por abrirse a la vida. Además de este bebé había una docena más de niños con menos de seis meses... Todos esperaban una caricia, un gesto de afecto para sentirse amados», contó María José, y añadió que al final del período de servicio las cinco niñas del voluntariado habían sido llamadas afectuosamente «Creche Ladies».

A dos pasos de la basílica de la Natividad se encuentra el otro destino de los voluntarios: el Hogar Niño Dios. Las hermanas sugirieron inmediatamente la actitud que había que adoptar para vivir plenamente la estancia en el Hogar: «Con el corazón abierto, una sonrisa de oreja a oreja y tener ganas de trabajar ». Los niños del Hogar necesitan mucha atención y los muchachos se han ocupado de ellos contribuyendo a la gestión diaria de la casa: limpiar, lavar, guardar, ayudar en la cocina y en la despensa.

De todos los momentos destacados, María José no puede dejar de mencionar el día de la fiesta final. «Cuando los voluntarios terminan su estancia en el Hogar se celebra una gran fiesta. La hermana Nives conecta un altavoz a su teléfono móvil y pone una recopilación de canciones alegres que les gustan mucho a los niños. Cada niño elige a un voluntario que lo coge en brazos y bailan. Los que pueden desplazarse por su cuenta también eligen a un voluntario para cogerlo de la mano y crear sus propias coreografías divertidas y llenas de ternura. ¿Qué valor dar a estos momentos? ¿Cómo describir las risas de esos niños que sufren problemas tan graves que apenas pueden desplazarse por sí solos? ¿Cómo ser testigo de la alegría de un niño constantemente amenazado por su discapacidad? Todo es diferente después de haber bailado con uno de estos niños. En este abrazo, las distancias se desvanecen. Hay una fusión perfecta de corazones y un amor incondicional. Este niño será tu amigo para siempre. Pensarás en él en tus oraciones y sabrás que, por ellos, Dios te bendice en cada oración».

Fernando Elías Pérez Esteban Picazo, uno de los jóvenes voluntarios, cuenta: «Esta experiencia ha sido un regalo del Señor. En particular, ha sido maravilloso poder alojarse con los niños que cuidan las hermanas. Aunque la mayoría no podía hablar, lo decían todo con los ojos. Su mirada es una mirada de amor, alegría y sencillez. Una mirada que agradece el más ínfimo detalle. Sus ojos miran como Dios nos mira en este mundo: amando y esperando ser amados. Hay mucho que aprender de ellos».


Tras las huellas de Jesús

Además de ser voluntarios, estos jóvenes han tenido también la alegría de ser peregrinos. Los tres primeros días en Tierra Santa fueron jornadas de peregrinación a Galilea desde Nazaret, a pocos metros de la basílica de la Anunciación, a una de las casas de las Hermanas del Rosario. Una vez más damos la palabra a Fernando que describe su experiencia en la basílica: «Este lugar ha sido el más especial para mí. Sentarse ahí fue como estar presente en el momento de la Anunciación. Me sorprendía al pensar que Dios había confiado una misión tan importante a una joven que vivía en una casa tan modesta en Nazaret. Pero precisamente en esto se ve la grandeza de Dios: mira al corazón. Y en el corazón de María encontró un sí gozoso, un abandono total a su amor».

Una vez que llegamos a Belén, nuestro destino para los días de voluntariado restantes, algunas tardes y veladas estuvieron dedicadas a visitar los lugares sagrados en Belén y Jerusalén. En particular, en la noche del 8 al 9 de julio, un grupo de cinco voluntarios acompañados de María José permaneció orando en el interior de la basílica del Santo Sepulcro. «Desde las diez hasta la medianoche pudimos permanecer orando en el interior del edículo. El resto de la noche, nos quedamos en los diferentes lugares sagrados. Rezamos juntos y dedicamos tiempo a la oración personal», cuenta María José.

Horas después, el grupo se preparaba para otra experiencia única: celebrar la Eucaristía dentro del edículo del Santo Sepulcro. «No es fácil contar la emoción de cada uno de ellos mientras estábamos en el lugar de la resurrección, celebrando la Eucaristía. Esos 25 minutos fueron intensos y conmovedores y todos dieron gracias a Dios por ello», explicó con alegría María José.

Al término de la peregrinación, el grupo de voluntarios de la Lugartenencia de España Occidental y de Portugal tuvieron ocasión de visitar el Patriarcado latino y hablar con Mons. Pizzaballa durante este tercer año de voluntariado. Él quería escuchar los relatos de los jóvenes sobre esta experiencia y hablarles de la presencia cristiana en Tierra Santa así como del trabajo de la Orden.


«Un giro en mi vida»

Nuria García ya había estado en Tierra Santa, pero «a través de las necesidades de los demás, me he sentido mucho más cerca de Jesús. Ha sido una peregrinación inolvidable que sin duda ha marcado un giro en mi vida. Ahora entiendo mucho mejor por qué esta tierra se llama el Quinto Evangelio ».

Sergio Hallado no quería ir cuando se le propuso la peregrinación de voluntariado. Sus razones eran diversas, en particular el aspecto económico, por el que se encontró una solución gracias a la generosidad de muchas personas. Al final de la experiencia, comenta: «Sólo tengo tres palabras para describir este viaje: único, inolvidable y conmovedor. No solo por la experiencia en sí, sino también por los otros miembros del grupo que ya extraño terriblemente. Me gustaría volver a hacer este viaje que ha cambiado mi forma de ver las cosas e incluso mi vida. Ahora soy más paciente y servicial. Por eso deseo comunicar a todos los que han vivido esta experiencia conmigo y a los que la han organizado: ¡GRACIAS A TODOS, DE TODO CORAZÓN!».  

 

Elena Dini


(otoño 2019)