«¡Actúen en todas partes por un alto al fuego inmediato y permanente en Gaza! Debemos hacer todo lo posible para que el conflicto palestino-israelí no se extienda a toda la región»

Entrevista con el Padre Gabriel Romanelli, párroco de Gaza

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«¡Actúen en todas partes por un alto al fuego inmediato y permanente en Gaza! Debemos hacer todo lo posible para que el conflicto palestino-israelí no se extienda a toda la región». En varias ocasiones, el autor escuchó al Padre Gabriel Romanelli, párroco de Gaza, hacer este llamamiento en Tierra Santa, encomendando al Niño Dios que vino a salvarnos las lágrimas y el dolor de tantas familias devastadas por las represalias militares ordenadas tras el cruel ataque de Hamás del pasado 7 de octubre. Recogimos este conmovedor testimonio mientras caminábamos con él por los lugares de Jesús y María.

 

 

¿Cómo vive la situación de estar fuera de Gaza mientras su comunidad parroquial sufre las consecuencias de la guerra?
Me preguntaba por qué, cuando debía volver a Gaza el 6 de octubre, un retraso hizo que me encontrase en Belén el 7 de octubre, día de los ataques de Hamás en Israel, sin poder regresar después a mi parroquia. Acababa de regresar de las ceremonias romanas del cardenalato del Patriarca de Jerusalén y esperaba en Belén para recoger unos medicamentos procedentes de Argentina, destinados a una religiosa que sirve en Gaza. Estaba previsto que los medicamentos llegaran el 6 y yo debía volver a Gaza ese mismo día, pero la entrega del paquete proveniente de Nazareth se retrasó. Por tanto, tenía que ir a Gaza el 8, el día siguiente del Sabbat – ya que la frontera se encuentra cerrada durante esta fiesta semanal judía – cuando, en la mañana del 7, nos enteramos de la tragedia. Durante los actos de terror, 1200 personas fueron asesinadas en terribles condiciones, ¡crímenes atroces que condenamos de inmediato! Entonces, pensé que probablemente era providencial que no estuviera cerca de Gaza para poder ayudar mejor a la comunidad cristiana de mi parroquia, ya que estoy trabajando junto al cardenal Pizzaballa en el Patriarcado latino, en Jerusalén, para colaborar con él en esta situación, en contacto directo con el Papa, quien me llama casi todos los días. Me habla en español, ya que soy argentino como él. También, llama a la comunidad de Gaza cuando es técnicamente posible, ¡lo que supone un apoyo extraordinario para todos nosotros! Por supuesto, sigo en contacto con mi vicario, el Padre Youssef Asaad, aunque es muy difícil comunicarnos.

 

¿Cuántas personas han fallecido en la comunidad cristiana de Gaza?
Hay 2,3 millones de personas que viven en la franja de Gaza, en su mayoría musulmanes. Al principio de la guerra, éramos un millar de cristianos, más concretamente 1017 personas, de las cuales un centenar eran católicas, 135 para ser exactos. Teníamos tres escuelas católicas, que también han sufrido daños. Actualmente, hay 600 refugiados en nuestra iglesia parroquial de la Sagrada Familia, entre ellos muchos niños, unos sesenta de los cuales están acompañados por las hermanas de la Caridad de Madre Teresa. Los bombardeos y francotiradores israelíes mataron a veinte cristianos ortodoxos y católicos, y otros siete murieron por la falta de asistencia médica. Por el momento, hemos perdido a 27 fieles, lo que representa cerca del 3 % de la comunidad cristiana de Gaza. Los heridos o enfermos son condenamos a muerte, porque es casi imposible curarlos debido a la falta de recursos médicos.

 

¿Qué hacen los feligreses durante el día, por ejemplo?
Habíamos establecido una fábrica de hostias para poder celebrar cada día la Eucaristía durante la pandemia, la cual dificultó nuestro abastecimiento. A su vez, nuestra idea era proporcionar hostias a los visitantes, para que pudieran utilizarlas a su regreso en las misas, con el fin de crear un vínculo más fuerte con el resto del mundo. El laboratorio ya está funcionando y los feligreses trabajan ahora allí, produciendo hostias para nuestras dos misas diarias. Los católicos rezan mucho durante el día y se turnan en grupos para recitar el rosario y participar en las celebraciones eucarísticas de la mañana y la tarde.

 

¿Qué mensaje les envía a todos los cristianos?
Mi primer mensaje es: actúen en todas partes por un alto al fuego inmediato y permanente en Gaza, porque ya ha habido demasiadas muertes, más de 22 000 víctimas de bombas, ¡entre ellas 8000 niños! No nos acostumbremos a esta masacre. Más de 56 000 heridos esperan ser atendidos… Debemos hacer todo lo posible para que el conflicto palestino-israelí no se extienda a toda la región. El siguiente mensaje es una llamada a peregrinar a Tierra Santa, porque los Santos Lugares están abiertos y desde un punto de vista objetivo no hay peligro. La recuperación de las peregrinaciones permitirá a la población dejar de sentirse abandonada y recobrar la esperanza que tanto falta en estos momentos. Según las estadísticas, todavía hay un 2 % de cristianos en Tierra Santa. ¡Apoyemos la presencia de estas «piedras vivas» allí donde Cristo vivió, murió y dio su vida por nosotros! Toda la población palestina espera a los peregrinos, que con sus oraciones expresan la cercanía de todo el mundo a la causa de la justicia y la paz.

 

Usted lleva mucho tiempo en Tierra Santa. En vista de su experiencia en este campo, ¿qué piensa sobre la situación actual de incomunicación entre los judíos y musulmanes desde el 7 de octubre?
Tengo 54 años y llevo en Tierra Santa desde hace 28. Ingresé en la congregación del Verbo Encarnado de Argentina con 18 años y estaba destinado a servir en Palestina, donde nuestra familia religiosa está muy comprometida con la ayuda a los más pobres. Mi experiencia me dice que, en Palestina, no solo los musulmanes sino también los cristianos tienen un sentimiento de injusticia desde el comienzo de la ocupación israelí en 1948. Muchos han perdido todo, han sido expulsados de sus tierras, viven en campos, y las resoluciones de la ONU a su favor no se han cumplido. El extremismo y el terrorismo se han desarrollado a partir de esta injusticia. Ahora, el alto al fuego es la única urgencia, porque cada minuto de guerra produce más odio, más deseo de venganza, y nadie puede ganar de esta forma a largo plazo. No queda nada en Gaza, los civiles no tienen casa, ni trabajo… El Papa tiene razón cuando dice que la violencia y el miedo no aportan ninguna solución, pero ¿quién quiere oírlo? Es muy difícil atenuar posiciones en estos momentos, pero ¿qué futuro se les ofrece a los 6,8 millones de palestinos que hoy viven en el territorio del antiguo Mandato británico en Palestina (1923-1948), actualmente el Estado de Israel y los territorios palestinos de la franja de Gaza y Cisjordania? Esta guerra atroz – hasta ahora, 1200 muertes en un bando y 22 000 en el otro – será quizá la ocasión de comprender que «la obra de la justicia será la paz», según las palabras del profeta Isaías.

 

El cardenal Fernando Filoni realizó hace poco una peregrinación a Tierra Santa en nombre de los 300 000 miembros de la Orden del Santo Sepulcro, de la cual es el Gran Maestre. Usted le acompañó durante una semana. ¿Qué significó su gesto para usted?
Esta peregrinación de una pequeña delegación de la Orden del Santo Sepulcro, guiada por el Gran Maestre, provocó una profunda alegría entre todos los católicos de Tierra Santa, en un momento en el que nos sentimos muy solos y desamparados. La presencia cristiana en Tierra Santa está amenazada por los supremacistas y los extremistas, que son las dos caras de la misma intolerancia religiosa. El apoyo de la Orden hacia las escuelas católicas y las parroquias del Patriarcado latino, hacia las familias más desfavorecidas de nuestra Iglesia, es la expresión de la nobleza de corazón de los Caballeros y Damas, la nobleza de Jesucristo. Salvan la presencia cristiana en los Santos Lugares y, además, ¡dan testimonio al mundo entero de que Jesús está vivo! Desde la resurrección, ¡la muerte nunca ha tenido la última palabra! La población palestina está viviendo un calvario, pero unida a Jesús a través de mis feligreses, que rezan y entregan su sufrimiento a Dios, se les promete una nueva vida. Tierra Santa no será la misma tras esta guerra y tendremos que pensar en programas de ayuda para crear empleo y favorecer la autonomía local. Creo que la paz del mundo depende de la paz en Tierra Santa, y para ello es importante la conversión personal de cada cristiano. No habrá paz si cada cristiano no busca vivir personalmente la paz esencial, con Dios y con los demás, gracias a los sacramentos de la Iglesia. Debemos comenzar en nosotros mismos y en nuestro alrededor. Una buena confesión sacramental es el primer paso hacia la paz en el mundo. Y, como dijo San Juan Pablo II, «la paz será la última palabra de la Historia».

 

 

Entrevista realizada por François Vayne, en Jerusalén, el 3 de enero de 2024