«Toda nuestra vida debe estar impregnada de nuestra promesa espiritual»

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Dos Caballeros de la Lugartenencia para España Oriental, Jordi de 26 años y Juan Gualberto de 86, dan testimonio de su amor por la Orden y del «vínculo inseparable» que los une a Tierra Santa.

Juan-Gualberto de Balanzó Foto

Juan-Gualberto de Balanzó y de Solá, 86 años, Caballero Gran Cruz, Palma de Oro de Jerusalén, Canciller de Honor da testimonio de su compromiso. Su familia forma parte de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén desde hace más de un siglo y él mismo ha servido en la Orden de España como Consejero, Maestro de Ceremonias, Fiscal y Canciller.


Excelentísimo Señor, ¿Podría decirnos cuándo entró V.E. en la Orden del Santo Sepulcro y cuáles fueron sus principales motivos?

Entré en la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro el 26 de enero de 1957. ¡Hace más de sesenta y dos años! Y son varios los motivos. En primer lugar personales, que es el más importante. Mi amor a Jesús, a su Tierra Palestina, al Santo Sepulcro Vivo, como prenda de Resurrección. Podría definir a Palestina como la patria de todos los cristianos, pero la gran olvidada de todos… Y la Orden quiere ser la intermediaria entre los dos hermanos enemigos tradicionales que luchan allá. Amo Tierra Santa, y su Tumba Viva en la que he ayudado a la celebración de la Santa Misa. Para mí, la Orden manifiesta el amor del Buen Samaritano por las poblaciones de Palestina.

También tengo motivos familiares, ya que, en mi caso, formar parte de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro es una tradición «bebida » en mis fuentes familiares...


De todos los compromisos que tiene la Orden, ¿cuál sería el más importante para Ud?

Para mí lo más importante para la Orden es «Ora et Labora»; tenemos que ser Marta y María al mismo tiempo. Nuestro lema es «servir a todos sin distinción de religión ni etnia», pero tiene que ayudar principalmente a los cristianos de Tierra Santa, porque sin nosotros estarían en peligro de extinción.


A partir de su experiencia, ¿qué tendría que mejorar la Orden para darse a conocer y llegar a mucha más gente para ayudar a los cristianos de Tierra Santa?

La Orden lo está haciendo muy bien, hoy en día ha actualizado su misión con la verdadera y esencial nobleza del espíritu que caracteriza a sus miembros. Incluso diría que somos y pertenecemos a la vanguardia de la Iglesia. Esencial es priorizar la santidad sobre la cantidad… Creo necesario que tengamos cuidado cuando un aspirante se presenta a nuestra puerta. Es primordial que la Lugartenencia solicite directamente el informe de católico practicante y buena conducta del candidato al párroco de su parroquia. Es necesario también que los representantes de los futuros Caballero y Dama se hagan “responsables de la moralidad del pretendiente” …

Estaría bien evitar a la gente que no sienta profundamente el compromiso del llamamiento a la santidad en pos de Jesús. ¡Debemos predicar con el ejemplo! No hay cosa peor que la Sal que se vuelve insípida…

El Caballero y la Dama tienen que “sentir que hay un antes y un después de haber entrado en nuestra queridísima Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, pertenencia que imprime carácter. La Cruz de Caballero, la del primer grado tiene que honrar nuestra americana oscura, como un detente a lo malo. Nuestra vida tiene que estar impregnada de nuestra promesa espiritual.

Jordi

Jordi Tomás, joven Caballero español de 26 años, nos cuenta a continuación su itinerario en la Orden y nos confía su alegría de servir a la Iglesia Madre que se encuentra en Tierra Santa.


«Tuve la oportunidad de conocer de la Orden justo cuando comencé la universidad, gracias a personas de mi entorno. Pienso que es la forma más natural de ingreso en la Orden: ver los blancos hábitos que visten los caballeros despierta muchas curiosidades y sensibilidades, y hace que uno se haga preguntas como: ¿quiénes son?, ¿por qué visten así?, ¿qué hacen?…

De este modo comenzó en mí un viaje que me llevó a lo más antiguo de la milenaria historia de la Orden. La curiosidad que a tan temprana edad me despertaron los Caballeros del Santo Sepulcro me condujo a leer cuanto encontré sobre su historia, sobre la que me documenté y sobre la que disfruté aprendiendo cómo desde los más tiernos inicios de la religión cristiano-católica una particular región del mundo, Tierra Santa, ha estado siempre vinculada con nuestra fe. Un viaje de más de mil años en que nuestra Orden ha pasado por diversas fases y con una misión que sigue estoicamente inalterable hoy: hacer posible la presencia de los cristianos católicos en Tierra Santa, ayudándoles en sus necesidades materiales y espirituales.

Estoy convencido que el hecho de que personas a quienes admiro y respeto sean Caballeros de mi Lugartenencia, eclesiásticos y laicos, fue una de las principales razones que hicieron crecer en mí la determinación de solicitar mi ingreso en la Orden. Tal compromiso, a su vez, exige una contrapartida que requiere una gran responsabilidad: seguir haciendo que nuestras personas y comportamientos puedan seguir sirviendo de inspiración a los demás. Considero que es deber de todos los Caballeros que formamos parte de la Orden hacer que en nosotros se cumplan las palabras del Evangelio de Mateo, “Por sus frutos les conoceréis” (Mt. 7, 16). No tengo la menor duda de que además de procurar que la ayuda que aportamos sea siempre la más adecuada, ser ejemplares es uno de los más altos compromisos que los Caballeros debemos tener como propios.

El alto honor que significa formar parte de la Orden nunca debe hacernos olvidar la alta responsabilidad que con el cruzamiento asumimos y que no se materializa únicamente en nuestras aportaciones, sino también y muy especialmente en la exigibilidad de una conducta intachable que haga que nuestro comportamiento despierte en otros el interés por nuestra actividad.

Todos los Caballeros estamos instintivamente vinculados con Tierra Santa, pues es allí donde se fraguó la fe católica. Desde Nazaret a Jerusalén, pasando por Caná, el Mar de Galilea, el Río Jordán, Cafarnaúm…caminar por estos lugares imbuye en una sensación única: saber que Jesús vio y vivió en esos mismos lugares hará dos mil años. Creo que no es exagerado decir que nuestro bautismo nos vincula en cierto modo con el lugar en que también se bautizó Cristo.

Colaborar con Tierra Santa no es una misión exclusiva de la Orden, pero sí que como caballeros debemos ser el más sonoro altavoz en esta misión que se nos ha encomendado. Es a través de nuestra actividad que tenemos que hacer visibles las necesidades de Tierra Santa en nuestra sociedad y lograr que ello despierte el interés de cuantos, en la medida de sus posibilidades, puedan colaborar en esta labor.

Como Caballeros debemos siempre recordar y tener presente la naturaleza Pontificia de nuestra Orden. Todos los caballeros y damas asumimos con nuestro cruzamiento un mayor compromiso con la Iglesia Católica, mediante nuestra pertenencia a una de sus Órdenes de Caballería. Creo fervientemente que, a día de hoy, y pese a los nuevos paradigmas que nuestra sociedad globalizada presenta, la Iglesia Católica sigue siendo la respuesta a muchos anhelos del hombre en busca de una razón que dé sentido a su vida y colme su necesidad de trascendencia.

En una sociedad tan interconectada, cada vez más digital y en la que prima la inmediatez en la reacción, el camino que Jesús de Nazaret establece en las Bienaventuranzas sigue manteniendo toda su vigencia como medio de vida para una existencia plena y feliz. No faltarán retos en la Iglesia Católica y nunca habrá épocas más fáciles que otras en nuestra historia como miembros de la misma. Como católicos y miembros de la Orden tenemos que estar especialmente comprometidos en vivir firmes en la fe (Col 1, 23).

Este es quizá el desafío que, como uno de los miembros más jóvenes de la Orden, creo que el presente nos exige a todos como reto colectivo: hacernos dignos, con nuestra oración y obras, de la confianza que en nosotros se ha depositado al admitirnos en la Orden del Santo Sepulcro. Ello hará que nuestra ayuda material y espiritual a Tierra Santa llegue siempre en la forma más adecuada a lo que precisen los tiempos y las necesidades materiales y espirituales de nuestros hermanos de la tierra en que, hará algo más de dos mil años, vivió Nuestro Señor».


(otoño 2019)