Una cita importante para la oración por la paz en Oriente Medio

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Francisco cree en la oración y en el don divino de la paz. Con la fuerza de sus convicciones e inspiraciones del Espíritu para invocar y hacer madurar la paz en Oriente Medio, el Pontífice ha decidido que se realice una reunión para la oración el 7 de julio en Bari. Un encuentro inusual, en primer lugar especial por el lugar elegido, la basílica de San Nicolás de Bari, y también por la fuerte connotación ecuménica.


La motivación del Papa viene de la necesidad de elevar una súplica nueva y especial hacia Dios para que se deshagan los nudos múltiples y tupidos que abruman esta región, que de modo paradójico es la cuna de las tres religiones monoteístas. Esto justifica que permanezcamos implicados y nos afecte al mismo tiempo lo suficiente para intentar captar las razones de una decisión tan importante. La primera consideración trata evidentemente sobre la fe en la oración.

La invitación a orar, de parte de aquel que nos llama siempre a que «no olvidemos» rezar por él, puede parecer evidente. Su exhortación se funda en la riqueza de la vida interior que cada bautizado tiene el deber de cultivar, practicando esta arma que es la oración, además de alimentarse de la Palabra de Dios y los sacramentos. Así podrá no solamente adorar, amar e invocar a Dios Padre en la verdad, sino también luchar contra Satanás que, según nos recuerda san Pedro (1 P 5,8), «como león rugiente», intenta por todos los medios destruir la vida espiritual dividiendo a los hombres y alejándolos de la presencia inminente de Dios.


Una intervención divina para abrir la vía a la paz

En Oriente Próximo y Medio, esta división se manifiesta de manera cada vez más intensa. Se muestra insaciable en su búsqueda de aniquilación de cualquier vida, no se cansa de la destrucción total, incluso de los más ínfimos brotes que llaman a la esperanza. Las imágenes de refugiados de Siria, Irak, Afganistán y Yemen, errantes y atemorizados, las víctimas de los kamikazes, esas caras agotadas y resignadas de los campos de refugiados, aquellos que han sobrevivido a los gases mortales, edificios en ruinas, armazones de los inmuebles e iglesias profanadas son signos de un conflicto endémico que, como si fuera un monstruo, se alimenta de la maldad. Parece no perder nada de su vigor, debido a una convergencia de los poderes, para algunos alejados de la región, determinados a hacer valer sus propios intereses, sobre todo económicos y estratégicos (incluso nucleares), o su primacía política y religiosa. Las rivalidades intensificadas entre los países y los pueblos de la región han complicado y agravado las tensiones israelípalestinas persistentes, alejando toda posibilidad de mediación.

Parece que ya no haya fuerza humana, teniendo en cuenta los fracasos diplomáticos y la impotencia paradójica de la acción militar, capaz de reprimir la lucha intensa por la paz. El papa Francisco, que tiene una gran devoción a María Desatanudos, ha pedido su intercesión para que haya una intervención divina, ya que es la única capaz de abrir la vía a la esperanza y a la paz. Lo ha hecho, por una parte, pidiendo a todos los católicos, el domingo de Pascua, que recen por la emblemática y querida Siria, y después realizando una peregrinación, a principios del mes de mayo, al santuario romano del Divino Amor. También ha renovado la invitación a recitar el Santo Rosario durante todo el mes con esta misma intención. El Soberano Pontífice convocó después una reunión especial de oración, con todos los cristianos de Oriente y Occidente, invitando en Bari a los patriarcas de las iglesias católicas y ortodoxas de todos los ritos.


La basílica de Bari, lugar de oración ecuménica vuelta hacia Oriente

La fuerza especial de esta movilización general de oración en Bari viene del hecho que esta ciudad es la capital de una región históricamente conocida como «la puerta de Oriente», un «puente» en el Mediterráneo entre Europa continental y las costas asiáticas más cercanas. Aquí era donde se juntaban esas poblaciones, con sus diferentes frutos y culturas. Aquí fue donde confluyeron, desde numerosos lugares europeos, los itinerarios de peregrinación cristiana hacia Tierra Santa, y como ocurre con Normandía, el Gargano se encuentra bajo la protección del arcángel san Miguel. Pero Bari cristaliza sobre todo la inquietud y el compromiso de los cristianos para el restablecimiento de su unidad, que tiene como símbolo al santo taumaturgo Nicolás de Mira. Se le venera tanto en Oriente como en Occidente y sus reliquias se encuentran en la magnífica basílica que la ciudad ha construido en su honor y que atrae a muchos peregrinos. La basílica no tiene igual en la cristiandad, ya que se celebra igualmente la Misa de rito latino y la Divina Liturgia de nuestros hermanos ortodoxos.

La historia y las circunstancias hacen del encuentro del 7 de julio, en el que los hijos de Dios se van a reunir en su nombre para invocar el don de la paz, un acontecimiento extraordinario. Jesús, después de habernos revelado que es «el camino, la verdad y la vida » (Jn 14, 5-6), nos ha dejado esta promesa, que incluso repite dos veces: «Lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14, 13-14).


Graziano Motta


(junio 2018)