Misericordia et Misera: «Para que la ternura de Dios llegue a todos»

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El cardenal Luis Antonio Tagle recibiendo de las manos del papa Francisco la carta apostólica Misericordia et Misera El cardenal Luis Antonio Tagle, de Manila, recibiendo de las manos del papa Francisco la carta apostólica Misericordia et Misera, que abre el futuro a una cultura de la misericordia en todos los campos de la vida personal y social. Copyright: Osservatore Romano

Durante el Jubileo de la Misericordia más de 21 millones de peregrinos han pasado la Puerta Santa en la basílica de San Pedro, mientras que en el mundo han sido más de 800 millones de fieles quienes han vivido esta experiencia espiritual pasando las Puertas Santas abiertas en las iglesias diocesanas o santuarios. Este Año Santo fue un entrenamiento, un ejercicio, para acoger la misericordia de la que tenemos que convertirnos hoy en instrumentos, difundiéndola por todos los sitios, como el Papa lo explica es su carta apostólica Misericordia et misera – Misericordia y pobreza – firmada públicamente el último día de ese jubileo, el 20 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, después de la misa en presencia de los nuevos cardenales, en la plaza de San Pedro.

Entre las personas que han recibido simbólicamente este documento de manos de Francisco, que representan los diferentes estados de vida, para transmitirlo al mundo, los dos obispos elegidos son miembros de la Orden: el cardenal Tagle, arzobispo de Manila, y Mons. Leo William Cushley, arzobispo de Edimburgo.

Esta carta marca “el camino que estamos llamados a seguir en el futuro”, fieles a la enseñanza de Cristo. “La misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia”, explica el autor al principio de esta carta cuyo contenido nos fue revelado el lunes 21 de noviembre, el día de la fiesta de la Presentación de María. “Confiemos en su ayuda materna y sigamos su constante indicación de volver los ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios”, escribe en la conclusión de ese gran texto rico en propuestas, donde se toma conciencia de que “todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre”.

Mientras que “como un viento impetuoso y saludable, la bondad y la misericordia se han esparcido por el mundo entero”, y por lo tanto “ha sido realmente una nueva visita del Señor en medio de nosotros”, que “hemos percibido cómo su soplo vital se difundía por la Iglesia”, ha llegado el momento de comprender “cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo la riqueza de la misericordia divina”.

La pobreza – misera en latín – que es la segunda palabra importante del título de la carta del Papa, reside, según él, en lo que “Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana”, escribe en el n° 18 de Misericordia et misera. La Misericordia es pues el remedio urgente para una pobreza moral y espiritual vinculada a “la cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente”, que “hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás”.

El Santo Padre detalla por una parte la Misericordia celebrada, sobre todo en los sacramentos, y por otra la Misericordia vivida a diario en nuestras vidas, en nuestros encuentros.

Tratando de la la Misericordia que se ha celebrado, el Papa desea, por ejemplo, que se intensifique la Palabra de Dios en la comunidad cristiana y propone que se dedique exclusivamente un domingo del año litúrgico, con los temas de la misericordia, lo que conducirá necesariamente a realizar gestos y obras de caridad concreta. En un plano más social, indica que “estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás”.

“La cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres”.

“Este es el tiempo de la misericordia”, repite cinco veces el sucesor de Pedro al final de su carta – tal vez sea en referencia a las cinco llagas de Cristo – “para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura” y que a través del testimonio de los creyentes “llegue a todos la caricia de Dios”.


(30 de enero 2017)