De enemigos a hermanos: los 800 años del encuentro entre san Francisco y el Sultán

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San Francisco y el Sultán

El mundo católico conoce al Pobre de Asís por muchas razones y probablemente sea uno de los santos más amados por multitud de fieles. Sin embargo podría ser que muchos de ellos no conozcan el evento del que celebraremos el 800 aniversario: su encuentro con el sultán al-Malik al-Kamil.

En 1219, Francisco decidió embarcar para Egipto, donde se estaba librando la Quinta Cruzada que oponía a las tropas cristianas – acompañadas por el delegado pontificio, el cardenal Pelagio – al ejército del sultán en Damieta. Francisco obtuvo la autorización, con fray Iluminado de entrar en el campo musulmán y hablar con el sultán al- Kamir. Las fuentes disponibles son hagiográficas y no sabemos exactamente lo que esas dos figuras importantes se dijeron en aquella ocasión. Una cosa sigue siendo cierta: en un contexto de guerra, Francisco e Iluminado salieron vivos del campo «enemigo».

Aunque conocemos muchos detalles de la vida de san Francisco, no sabemos probablemente casi nada de la vida de ese dirigente musulmán que en varias ocasiones intentó ofrecer acuerdos de paz a las fuerzas cruzadas, yendo hasta otorgar Jerusalén y otros lugares santos para evitar un enfrentamiento armado que sin lugar a dudas habría causado muchas víctimas en los dos lados, como ocurrió efectivamente después. El sultán al-Kamil – afirmó el hermano Miguel Calabria, miembro de la Comisión especial para el Diálogo con el islam de la Curia franciscana y especialista del islam, durante una conferencia que tuvo lugar en Roma, en el Centro Pro Unione – se acercaba probablemente a los medios espirituales del sufismo de la tradición islámica, es decir la corriente mística que insiste particularmente en la unicidad de la existencia, la inmanencia de Dios, su misericordia y la contemplación, así como la fraternidad y la pobreza espiritual. Considerando su zócalo religioso, se puede entender mejor la apertura que tuvo frente a Francisco, el cual no debió parecerle demasiado alejado de algunos personajes místicos musulmanes a los que ya estaba acostumbrado.

«Es casi seguro que Francisco fue para evangelizar: su vida entera giraba en torno a ello. Fue un predicador itinerante y debió anunciar el Evangelio por todas partes y a todo el mundo», observó el hermano Miguel. Antes de marcharse, todo el mundo esperaba a que fuera asesinado por su intento. Pero no ocurrió, lo que nos hace entender que el intercambio y el anuncio de Francisco estaban llenos de respeto y que nada de lo que dijo fue considerado como insulto hacia la fe de aquellos que tenía en frente de él. «Lo que Francisco descubre es diferente a lo que se esperaba. El encuentro con un hombre de fe, que seguramente compartió su espiritualidad con él, probablemente llevó a una cierta fraternidad entre los dos», subrayó el hermano Miguel.

De regreso de Egipto, encontramos algunas referencias indirectas a la experiencia que vivió allí, la importancia de obrar un discernimiento en su testimonio y no molestar la paz en el capítulo XVI de su Primera Regla, redactada en 1221, donde podemos leer: «Los hermanos que van [entre sarracenos], pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos. Otro, que, cuando les parezca que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios para que crean en Dios omnipotente, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Hijo, redentor y salvador, y para que se bauticen y hagan cristianos, porque, a menos que uno renazca del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios».

Fray Miguel Calabria también invita a reconocer un rastro del encuentro entre Francisco y el Sultán en un texto que conocemos muy bien. En La Verna, hacia el final de su vida, Francisco escribe las Alabanzas del Dios Altísimo, en las que otorga a Dios diferentes nombres y atributos. Se trata de una oración bastante inusual y ciertos investigadores franciscanos han querido ver en ese texto un paralelo con la oración islámica de los 99 nombres más bellos de Alá (al-asma’ al-husna), los atributos divinos que los musulmanes encuentran en el Corán y que repiten con devoción. Muchos de los atributos citados en la oración de san Francisco son los mismos que aquellos que pertenecen a la tradición islámica. Ya sea por “casualidad”, que eso demuestre la cercanía intrínseca entre la espiritualidad islámica y cristiana o que se formule la hipótesis según la cual Francisco se habría inspirado de la oración escuchada durante el periodo que pasó en Egipto, hoy nos encontramos en presencia de un texto de laudes que acerca de manera particular a las comunidades cristiana y musulmana.

«Ese encuentro fue positivo ya que las dos personas implicadas tenían una experiencia de Dios no solamente en las formalidades de sus religiones respectivas, sino más bien en lo más profundo de sus corazones y eso les llevó a ver en el otro no un enemigo sino un creyente y un hermano. Necesitamos buenos teólogos para explicar y justificar nuestro compromiso en el diálogo interreligioso sobre la base de la doctrina. Sin embargo, sin espiritualidad, el diálogo sigue siendo un ejercicio intelectual. Es la espiritualidad la que nos permite ver al otro como un hermano », concluyó fray Miguel.

Al-Malik al-Kamil será siempre el protagonista de las negociaciones que llevaron en 1229 al acuerdo con Federico II sin derramamiento de sangre. A cambio de una tregua de 10 años, al-Kamil cedió a Federico: Jerusalén, Belén, Nazaret y otros pueblos del camino a Jerusalén, mientras que los musulmanas mantenían el control de sus propios lugares santos de Haram al-Sharif (Explanada de las Mezquitas) gozando de una cierta autonomía. A veces los acontecimientos del pasado permanecen delimitados a los libros de historia.

Este encuentro tiene aún hoy una gran resonancia. Durante su reciente visita a los Emiratos Árabes Unidos (del 3 al 5 de febrero de 2019), el Papa Francisco ha firmado con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed el-Tayeb, el «Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la coexistencia común». El simple título de ese texto nos hace sentir de nuevo la herencia de la visión de san Francisco.

De regreso del viaje, el Papa Francisco ha deseado subrayar hasta qué punto el ejemplo de ese encuentro que tuvo lugar hace 800 años guió sus pasos: «Por primera vez, un Papa ha ido a la península arábiga. Y la Providencia ha querido que haya sido un Papa llamado Francisco, 800 años después de la visita de san Francisco de Asís al sultán al- Malik al-Kamil. He pensado a menudo en san Francisco durante este viaje: me ayudaba a llevar el Evangelio en el corazón, el amor de Jesucristo, mientras vivía los diversos momentos de la visita; en mi corazón estaba el Evangelio de Cristo, la oración al Padre por todos sus hijos, especialmente por los más pobres, por las víctimas de injusticias, de las guerras, de la miseria... La oración para que el diálogo entre el cristianismo y el islam sea un factor decisivo para la paz en el mundo de hoy». (Audiencia general, 6 de febrero de 2019).


Elena Dini


(Primavera 2019)