“No hay relación que no pueda ser transformada”

Entrevista con el Rabino David Rosen sobre la historia y actualidad de las relaciones entre los judíos y católicos

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“No hay relación que no pueda ser transformada” Un intercambio “interreligioso” de sonrisas en la Audiencia del miércoles 28 de octubre en la plaza San Pedro, durante la cual el papa Francisco dirigió unos saludos particulares a los participantes de la conferencia que conmemoraba los 50 años de la Declaración Nostra Aetate. Se le ve en esta foto al lado del rabino Rosen y uno de los representantes musulmanes de Irán, Rasoul Rasoulipour.

El Rabino David Rosen – director internacional de los Asuntos Interreligiosos del American Jewish Committee y también miembro de la comisión para las relaciones interreligiosas del Gran Rabinato de Israel y representante del Consejo de las Instituciones Religiosas de Tierra Santa – ha estado presente en el Vaticano en los numerosos acontecimientos que han conmemorado los 50 años de la Declaración Nostra Aetate. En esta entrevista hace memoria de la historia de las relaciones entre los judíos y católicos.


En su opinión, ¿cuáles han sido los cambios más importantes que ha habido durante estos últimos años del diálogo judeocristiano?

En términos históricos, Nostra Aetate es un texto escrito ayer y que presenta una revolución. Hemos pasado de una situación en la que se nos percibía como rechazados por Dios, maldecidos y condenados a errar por toda la eternidad, a una situación en la que el pueblo judío es descrito por los papas, según san Juan Pablo II, como “el querido hermano de la Iglesia, el pueblo de la alianza original que no ha sido ni será revocado”. Es una revolución en un plano teológico.

Nostra Aetate ha sido favorecida por el hecho que había situaciones en las cuales los judíos y católicos vivían relaciones personales de amistad, lo que ha permitido interiorizar más fácilmente el cambio teológico. Por supuesto, también está el Holocausto, una tragedia que ha incitado a la Iglesia católica a replantearse seriamente sus relaciones con el pueblo judío. No pienso que haya habido otras transformaciones en la historia de la humanidad tan sensacionales como ésta y tenemos que reconocerlo en su justa medida. Si esta relación, que era crónica y tan grave ha podido volverse positiva y constructiva, no hay ninguna relación, por muy negativa que sea, que no pueda ser transformada. Esto es muy importante hoy para los judíos también en lo que concierne a las relaciones con el mundo musulmán.

Otra consideración importante va unida a Israel. El hecho de haber establecido relaciones diplomáticas a finales de 1993 ha sido particularmente significativo, ya que ha favorecido la visita del Papa Juan Pablo II en 2000. Este acontecimiento ha tenido un impacto enorme, ya que, hoy, se lee mucho menos que en el pasado y la gente normalmente no lee los documentos. La mayoría de los Judíos no conocen los documentos católicos, pero miran la televisión, y han visto al Papa, al jefe de la Iglesia católica en el Memorial de Yad Vashem, profundamente solidario con el sufrimiento judío, y en Kotel, el Muro occidental, cuando dejó el texto de la oración que había compuesto para la liturgia de contrición dos semanas antes en San Pedro, para invocar el perdón de Dios por los pecados cometidos contra los Judíos durante los siglos. Esto fue increíble para muchos israelíes y les ha permitido darse cuenta de que asistían a un cambio, había una realidad diferente.


Si piensa en las iniciativas que aún tienen que ser tomadas dentro del marco de las relaciones judíocatólicas, sobre todo en Israel, ¿cuál es la primera que le viene a la cabeza?

La primera cosa que me viene a la cabeza concierne las responsabilidades de Israel, más que las de la Santa Sede. En efecto, Israel todavía no ha realizado todos los compromisos tomados en el acuerdo fundamental concluido finales de 1993 estableciendo las relaciones diplomáticas. Entre las cosas que no han sido cumplidas se encuentra la estructura jurídica interna de la Iglesia bajo la ley israelí, sus estatutos fiscales y el nivel de impuestos. Es una deuda muy importante, en particular hacia el papa Juan Pablo, a quien los representantes israelíes habían prometido que esas cuestiones serían resueltas en menos de dos años después de la firma del acuerdo fundamental.

El Vaticano tiene que abordar la manera en la que Nostra Aetate y la transformación de la enseñanza católica son trasmitidas de arriba hacia abajo. Eso depende naturalmente del contexto sociológico. Si la Santa Sede decidiera, por ejemplo, promover una campaña en América latina – sobre todo ahora que el Papa es latinoamericano – para asegurarse de que las enseñanzas del Magisterio sobre los Judíos y el judaísmo entren en la preparación y la formación en los seminarios y en la enseñanza católica, podría tener un impacto enorme.


¿Qué opina con respecto al acuerdo comprensivo que la Santa Sede ha firmado en junio con el Estado de Palestina?

Respecto al acuerdo que la Santa Sede ha firmado con la Autoridad palestina, entiendo que se haya hablado de Estado palestino porque muchos países ya lo hacen. Al gobierno israelí no le gusta, pero eso es una cuestión política y se puede aceptar tener posiciones diferentes sobre la terminología política. El centro de la cuestión es que se trata de un acuerdo muy importante para la Santa Sede con la Autoridad palestina, ya que confirma la libertad religiosa y los derechos de la Iglesia en una sociedad que ya ha proclamado estar regida esencialmente por la ley islámica, como está indicado en el documento de la creación de la Autoridad palestina. El hecho que la Autoridad palestina acepte un documento que afirme la totalidad de las comunidades cristianas y sus derechos a la libertad de culto, educación y comunicación es un excelente resultado.

En efecto, Israel tendría que aplaudir este documento, pues no sólo protege a las comunidades cristianas, si no que, al afirmar los principios del pluralismo religioso, tendría que permitir a Israel que la Autoridad palestina les respete también respecto al tema de la difamación del judaísmo que tiene lugar regularmente en las mezquitas y en los medios de comunicación palestinos. Si se ha pactado que el cristianismo tiene que ser respetado, se tendría que exigir que ocurra lo mismo con el judaísmo.


Hace poco más de un año se encontraba usted en los jardines del Vaticano y rezaba por la paz con el Papa y otras personalidades del mundo religioso y político. En su opinión, ¿qué papel juega la oración en este contexto?

Uno de los aspectos de la cuestión trata sobre el valor de la oración, mientras que otro concierne al valor de la iniciativa del Papa Francisco. Por supuesto, como creyente religioso creo en el poder que tiene la oración, primeramente, para transformar a la persona que reza. Para indicar la palabra oración, en hebreo, se utiliza la forma reflexiva del verbo “juzgar”, hitpallel, que significa “juzgarse”. La raíz de esa palabra también puede estar vinculada a la extrañeza, más que al juicio. Sin embargo, se trata en todos los casos de un verbo reflexivo: esto significa tener un efecto sobre sí mismo, juzgarse, reflexionar sobre los actos y valores, en particular reflexionar sobre la Creación física y espiritual de Dios, maravillarse por la presencia de Dios. Esa palabra indica sobre todo algo que se hace respecto a sí mismo, pero, como en todos los aspectos de la vida, si se actúa con convicción puede tener un efecto sobre aquellos que son próximos y, por supuesto, puede ser una fuente de inspiración para los demás.

En la tradición judía, testimoniamos mediante la oración la presencia de Dios y de su amor en la sociedad humana a través de la manera de acercarnos unos a otros, porque si cada ser humano ha sido creado a imagen de Dios – como nos lo enseña el judaísmo y el cristianismo – si no amamos a nuestro prójimo, no amamos verdaderamente a Dios. Por lo tanto, el hecho de mostrar que respectamos verdaderamente nuestras diferencias respectivas y en particular, las diferentes religiones es una manera de amar a Dios y de mostrarle que Le amamos reuniendo a las personas. Desde ese punto de vista, un encuentro de oración es muy importante.

La idea de reunir a los israelitas y no solamente a los palestinos, y también a los árabes musulmanes y cristianos es una de las cosas más importantes que hay que hacer. Si llegásemos a ver vivir juntos y en paz a judíos, cristianos y musulmanes en Tierra Santa, los efectos globales serían considerables. Me alegra que el Papa Francisco haya dado una importancia particular a ello y haya invitado al mismo tiempo a los dirigentes y representantes religiosos israelíes. Espero que el Papa Francisco no renuncie a esta iniciativa y que la próxima vez también tenga lugar con aquellos que ocupan una posición política importante o que están en relación con estructuras de poder y no con aquellos que tan solo tienen un rol de representación y que no tienen ningún impacto en la realidad política, porque en ese caso, esta iniciativa no tendrá consecuencias políticas.


¿Puede compartir con nosotros una oración para la Tierra Santa y sus habitantes?

La sacaré del Salmo 122. Hay dos versículos muy interesantes en ese salmo. Tiene un versículo muy conocido: “Auguren la paz a Jerusalén: “¡Vivan seguros los que te aman!” Este versículo parece ser bastante contradictorio porque si se mira la historia de Jerusalén, aquellos que la han amado, no han prosperado. Seguro que no hay ninguna ciudad por la que se hayan vertido tantas lágrimas, ni tanta sangre. Por consiguiente, ¿qué significa? Hay un versículo precedente que lo explica: “Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa”. Los rabinos del Talmud dicen que una ciudad donde todo es compacto es una vida que une a sus habitantes. Eso se inspira claramente de la antigua imagen de la peregrinación durante la que los israelitas de las diferentes tribus subían a Jerusalén juntos como símbolo de la unidad en la diversidad.

El verdadero mensaje de la paz de Jerusalén es la unidad en la diversidad. Cuando busquemos la paz de Jerusalén, la unidad entre judíos, cristianos y musulmanes, o el respeto del apego de cada uno de nosotros por esta ciudad, entonces podremos prosperar verdaderamente. La oración tiene que ser para la verdadera paz de Jerusalén.


Realizado por Elena Dini


(12 diciembre 2015)