Víacrucis de los miembros de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén

Viernes Santo, 10 de abril de 2020

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Víacrucis

Introducción

El temor a un virus mortal reina en todo el mundo mientras miles de familias lloran la pérdida de sus seres queridos en la primavera de 2020. Estamos más que nunca al pie de la Cruz de Cristo, y como Caballeros y Damas de la Orden del Santo Sepulcro, queremos unirnos en oración durante este Viernes Santo, convencidos de que la terrible prueba actual es una oportunidad para profundizar nuestra fe y dar testimonio concreto de ella. No olvidamos en nuestra oración todas las demás situaciones de sufrimiento que no nos afectan tan directamente, relacionadas con los diferentes conflictos existentes, pidiendo a Dios que conceda al mundo la curación y la paz.


Primera estación
Jesús es condenado a muerte.

«¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».  Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor». Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César». (Juan 19, 9-12)

¿No me he encontrado a menudo en esta multitud que grita su sumisión al poder establecido, en detrimento de mi conciencia? Ahora que la muerte acecha a nuestro alrededor y que la veo de cerca, quiero confesar ante mis hermanos y hermanas todas las traiciones del Señor de las que me siento culpable. Amigo del poder y de los honores, he entregado a Cristo muchas veces por cobardía o por orgullo. Perdóname Señor, haz de mí, que soy miembro de la Orden del Santo Sepulcro, un verdadero discípulo de tu realeza sin corona, un verdadero testigo de tu Reino de amor y fraternidad.

Padre Nuestro...

Segunda Estación
Jesús es cargado con la cruz.

Y dijo Pilato a los judíos: «He aquí a vuestro rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús,  y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota). (Juan 19, 14 – 17)

Te miro a ti, Jesús, cargado con tu cruz, tú el Verbo de Dios hecho carne, la Palabra viva del Padre del cielo que da vida a toda la creación. Eliges unirte al más desafortunado de los hombres compartiendo el destino de los condenados. Hoy, en esta trágica situación por la que está pasando el mundo, estás con nosotros, tu Presencia se hace más cercana en el Víacrucis de la humanidad. Haz que yo también, como miembro de la Orden del Santo Sepulcro, pueda aceptar llevar la cruz que se presenta valientemente, sin buscar buenas razones para huír de la realidad. Sé en mi corazón que eres tú quien lleva esta carga, que no estamos solos, y que cada sufrimiento unido al tuyo se convierte en una fuente de vida nueva.    

Padre Nuestro...

Tercera Estación
Jesús cae por primera vez.

«Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes». (Isaías 53, 6)

Como peregrino de la Orden del Santo Sepulcro, recorro con mi pensamiento el camino de la «vía dolorosa» este Viernes Santo. Tu pasión, Señor, no es una historia antigua, sigue en nuestro mundo. Jesús, te veo caer bajo la cruz, tu cuerpo ensangrentado por la flagelación, tu cabeza coronada de espinas. Te falta fuerza. Cuánta gente ya no puede soportar más en los hospitales, aplastada por el sufrimiento, intubada, con oxígeno... Perdona la negligencia en la prevención de esta enfermedad. Te rezamos con todas las personas, y por ellas, que han sido seriamente afectadas por el coronavirus. A través de tus sufrimientos, oh Cristo, que toda la humanidad sea liberada del mal que la oprime.

Padre Nuestro...

Cuarta Estación
Jesús encuentra a su madre.

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». (Lucas 1, 30-33)

En este camino hacia la cruz, tú también caminas, Madre de Cristo. Recuerdas las palabras del Ángel en la mañana de la Anunciación y renuevas tu sí incondicional, a pesar del drama que se desarrolla ante tus ojos. El Hijo del Padre Eterno cruza tu mirada llena de lágrimas y ternura. Danos tu mirada, oh María, para que también nosotros seamos testigos de la esperanza en situaciones que parecen desesperadas. Nuestra Señora de Palestina, Patrona de nuestra Orden, te confiamos a las personas más necesitadas de Tierra Santa, especialmente en estos tiempos de pandemia. Caballeros y Damas, nos gustaría ser hombres y mujeres de tu sí, Virgen Santa, siempre dispuestos a servir y aliviar a los desafortunados en los que reconocemos a tu Hijo, el Cristo sufriente.

Padre Nuestro...

Quinta Estación
Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz.

«Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él». (Lucas 23, 26-27)

Los miembros de la Orden del Santo Sepulcro, hemos sido elegidos no para ser condecorados sino para ayudarte a llevar la cruz, Señor Jesús. A veces lo olvidamos, pero la pesada cruz que adorna nuestros mantos está ahí para recordarnos esta vocación. Ayuda a todos los miembros de la Orden y a nuestras autoridades centrales en esta misión. Como el Cirineo, también un extranjero en Tierra Santa, queremos seguir cuidando de la gente que sufre en los territorios donde viviste y diste tu vida por nosotros. También te pedimos, en general, por aquellos que necesitan ayuda cerca de nosotros, en nuestras ciudades, en nuestras calles, en nuestras parroquias; por los enfermos, los ancianos, las personas solitarias que están debilitadas por la situación actual. Abre nuestros ojos y ponnos a disposición de las llamadas de solidaridad. Soportando las cargas unos de otros (Gálatas 6, 2), cumpliremos tu ley, ¡Oh Cristo, nuestro Hermano!

Padre Nuestro...


Sexta Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

«En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». (Mateo 25, 40)

Señor, como la Verónica, ayuda entre nosotros a los miembros de la Orden que trabajan en el medio hospitalario, haz que esas Damas y Caballeros, comprometidos en el mundo de la medicina, sean verdaderos «iconos» de la ternura de Dios. Ampliamos nuestra oración pensando en las enfermeras, los médicos, el personal hospitalario, a todos aquellos que actúan con valentía para proteger y cuidar a nuestros hermanos enfermos. ¡Lo que hacen, te lo hacen a ti! Gracias por el heroico testimonio que nos ofrecen en esta época de coronavirus. Danos siempre prioridad al servicio de las personas por encima de la rentabilidad, considerar nuestro trabajo, sea cual sea, como una misión. Permite que esta crisis devuelva a nuestra sociedad materialista el sentido de lo esencial.

Padre Nuestro...


Séptima Estación
Jesús cae por segunda vez.

«Expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos intercedió por los pecadores». (Isaías 53, 12)

Cada una de tus caídas, Señor, es una invitación a levantarnos contigo, a no dejarnos desanimar nunca, incluso cuando las situaciones son desesperadas. En estos tiempos de crisis sanitaria, después de semanas de confinamiento, muchas personas en el mundo ya no tienen trabajo ni salario, te pedimos que nos ayudes a ver qué podemos hacer concretamente por ellos. Muchos seres humanos corren el riesgo de perder su dignidad debido a la crisis económica que seguirá. Acompáñalos con tu amorosa presencia en esta «caída» e inspira a todos los miembros de la Orden, para que seamos instrumentos de recuperación para muchos, especialmente en Tierra Santa donde familias enteras dependen de nuestro apoyo. Te has despojado de todo, oh Cristo, para salvarnos, anímanos a despojarnos un poco para que también nosotros seamos artesanos de la salvación en este mundo donde todo cambia, pero donde tu cruz permanece, plantada como signo de amor y de paz.

Padre Nuestro...


Octava Estación
Jesús consuela a las santas mujeres.

«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». (Lc 23, 28)

¡En qué mundo crecen nuestros hijos, oh Señor! Un momento como el que estamos viviendo nos hace entender mejor por qué lloras por todas las mujeres del mundo y sus hijos. Te pedimos especialmente con todo nuestro corazón por los padres y madres de Tierra Santa y también por los padres y madres de todos los continentes que dan cuenta de las dificultades de las generaciones futuras. Caballeros y Damas de la Orden del Santo Sepulcro, deseamos apoyar por todas las partes el amor familiar, fuente del profundo equilibrio de las personas, y realizar la vocación universal que nos has confiado, en primer lugar en nuestras propias familias. Enseñemos a nuestros hijos a respetar la naturaleza y la vida, seamos como los pioneros de la nueva humanidad que se desarrollará después de esta «guerra universal» contra un virus, en la que todos estamos comprometidos de una manera u otra.

Padre Nuestro...


Novena Estación
Jesús cae por tercera vez.

«Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz». (Filipenses 2, 5-8)

Enséñanos a seguirte y a ser como tú, Jesús. Cuando caes por tercera vez, te unes a nuestra condición humana hasta el final. ¡Tanta gente ya no puede soportar el peso de las dificultades de la vida! Gracias Señor por estar con nosotros cada día, «hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Esta pandemia está diezmando a miles de seres humanos, a menudo entre los más frágiles, en una atmósfera aterradora. Este es el momento para que las Damas y Caballeros del Santo Sepulcro crean en su omnipotencia de amor, para manifestarla, para llevar luz donde hay oscuridad. Deseamos hacer brillar la antorcha de la fe en este mundo probado, para ser todos juntos humildes servidores de tu Presencia entre los hombres y mujeres de este tiempo.

Padre Nuestro...

Décima Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras.

«Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”». (Mt 27, 35 y Jn 19, 24)

Jesús, no rompieron tu túnica sin costuras, los soldados la echaron a suertes. Esto ha sido interpretado como un signo de la unidad de la Iglesia, la unidad a la que queremos contribuir. En nuestras parroquias, como Caballeros y Damas, cuando llegue el momento de volver a las grandes celebraciones, inspíranos gestos que promuevan la unidad, y para ello, mientras tanto, ayúdanos a despojarnos de nuestra autoestima, de nuestra voluntad de poder. Haz que este período de confinamiento, al que muchos de nosotros estamos obligados, sea utilizado para nuestro progreso espiritual, para que «con el alma desnuda» podamos entrar en relación con tu Padre, nuestro Padre, haciéndonos más conscientes de que todos juntos formamos de manera invisible tu Cuerpo Místico, la única Iglesia en la tierra y en el cielo. No podemos comulgar y sin embargo estamos unidos; enséñanos, Señor, la comunión espiritual.

Padre Nuestro...

Undécima Estación
Jesús es clavado en la cruz.

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías?Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». (Lucas 23, 39-43)

Cuando peregrinamos a la Basílica del Santo Sepulcro, al pie del Gólgota muy cerca de la tumba vacía, revivimos interiormente tu Pasión por nosotros, oh Cristo. En esas horas en las que sufres en la cruz, estamos con las santas mujeres y el apóstol Juan, te miramos, escuchamos tus últimas palabras. Caballeros y Damas, nuestra misión es mantener ese tesoro en nuestros corazones para irradiarlo a nuestro alrededor. Nos muestras que no son los esfuerzos virtuosos los que nos salvan, sino la fe en tu infinita Misericordia, ese incansable perdón que muestras a san Dimas, el buen ladrón, en quien nos gustaría poder reconocernos algún día. Te damos las gracias por los pastores del Pueblo de Dios que siguen mostrando tu Misericordia hoy, rezamos por el papa Francisco que nunca deja de llamar a la creatividad pastoral durante este período en el que ya no tenemos acceso a los sacramentos. Protege a nuestros Grandes Priores, Priores, Sacerdotes y dales la inspiración de tu Espíritu Santo para guiarnos en la presente oscuridad crepuscular.

Padre Nuestro...

Duodécima Estación
Jesús muere en la cruz.

«Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu». (Juan 19, 30)

Entregas tu Espíritu. De tu corazón traspasado sale sangre y agua, fuente de vida para mí, para nosotros. Llevo en mi manto la insignia de tus cinco llagas, recuerdo que es tu Pasión lo que significa esta insignia. ¿Cómo puedo ser testigo de la inmensa fecundidad de tus heridas? Como Caballeros y Damas, ¿tenemos claro con verdadera lucidez el compromiso que hemos hecho?, ¿estamos viviendo en coherencia con este gran misterio de amor? Al acercarse la Pascua queremos recibir tu Espíritu Santo en la oración, ese Espíritu que nos impulsa a amar y servir, no sólo a nuestros hermanos de Tierra Santa, sino a todos nuestros semejantes. Te pedimos, Señor Jesús, danos tu Espíritu de luz para que, a través de nuestros actos de amor, podamos ahora participar en la vida trinitaria donde nos atraes en la eternidad, con el Padre. ¡En tu presencia, a partir de ahora, nuestra noche ya no tiene oscuridad!

Padre Nuestro...

Decimotercera Estación
Jesús es bajado de la cruz.

«Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro». (Marcos 15, 42-43, 46a)

El ejemplo de José de Arimatea, una figura notable de su tiempo, puede inspirarnos. Admiramos su coraje, su generosidad. Fue él quien compró el precioso sudario, la Sábana Santa que hasta el día de hoy da testimonio de tu Pasión, Señor Jesús. Recemos para que, como José, tengamos la audacia de contribuir a honrar tu Cuerpo, aún hoy, en todos los que sufren en Tierra Santa, en los territorios del Patriarcado de Jerusalén, aún más en esta época de pandemia. También pensamos en todas las personas mayores que, en todo el mundo, mueren sin el acompañamiento profundamente humano de un funeral cristiano a causa del coronavirus; te confiamos sus almas, oh Jesús, dales la bienvenida en el Paraíso. También te pedimos por las familias de las víctimas que no pudieron acompañar a sus allegados. Gracias Señor por habernos revelado la paternidad de Dios y su infinito amor por cada uno de nosotros, vivos o muertos, todos juntos miembros de la Comunión de los Santos.

Padre Nuestro...


Decimocuarta Estación
Jesús es colocado en el sepulcro.

«Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea siguieron a José, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto». (Lucas 23, 54-56)

El tiempo parece detenerse durante el descendimiento, Señor. El tiempo se detiene, ya no importa nada. Estamos experimentando un poco de esto durante esta Cuaresma, ya que la mayoría nos encontramos confinados en nuestros hogares, sin posibilidad de hacer planes, esperando. Sin embargo, viendo la actitud de las mujeres que te siguieron, entendemos que las acciones de solidaridad son todavía posibles. Preparan hierbas y perfumes, y nosotros, ¿qué preparamos? Caballeros y Damas de la Orden del Santo Sepulcro, no queremos permanecer ociosos ante el drama que vive la humanidad, ayúdanos a encontrar, allí donde estamos, los gestos de esperanza que podemos realizar, ayúdanos a creer que siempre habrá un mañana. En la Vela de armas, cuando entramos en la Orden, recibimos simbólicamente la espada para la batalla, recordemos que es la «espada del Espíritu», es decir, la palabra de Dios (Efesios 6, 17). Ayúdanos, Señor, a poner en práctica tu Evangelio, tu Palabra viva.

Padre Nuestro...