«¡Podrían ser ustedes mismos un santo moderno!» Las palabras del Gran Maestre

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Investidura Lucerna

En su reciente Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, el papa Francisco declara de entrada: «Jesús quiere que seamos santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada».

Los santos modernos no necesitan ser canonizados oficialmente y tampoco viven con los «ojos blanqueados en un supuesto éxtasis». ¡Podrían conocer, o ser ustedes mismos, un santo moderno! No siendo perfectos, sino intentando serlo, acercándose de Cristo e imitándolos con gestos pequeños y un servicio desinteresado hacia los demás. Los santos viven en cualquier circunstancia con una alegría confiada. Reconocen el rostro de Cristo en su conciencia bañada de felicidad y consideración hacia los más pobres, débiles y aquellos que están perseguidos en nombre Suyo.

Los santos tendrán que sufrir siempre en su lucha espiritual, pero pueden seguir contando con la fuerza que resulta de la oración personal y la vida sacramental asidua, particularmente de la Eucaristía y la Reconciliación.

En una declaración estimulante, el papa Francisco resume la identidad de un santo en estos términos: «Es una misión; un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio». La misión de cada uno de nosotros está definida en función de nuestra familia, nuestra profesión, nuestras relaciones sociales y nuestra situación personal como puede ser el estado de salud, la situación económica, etc.

En nuestro caso, la misión de un Caballero o Dama de la Orden va caracterizada también por un compromiso solemne hacia Cristo y su Iglesia en Tierra Santa. En cuanto a esto, dense cuenta de que el papa Francisco insiste sobre el hecho que «la santificación es un camino comunitario, de dos en dos». Por consiguiente, podemos concluir que nuestra Orden «… está llamada a crear ese espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado ».

  • ¿Nuestra devoción especial en el Santo Sepulcro nos hace capaces de experimentar la presencia mística del Señor resucitado?
  • ¿Qué efecto tuvo la peregrinación en la experiencia de su presencia mística, en la Misa y la Santa Eucaristía, por ejemplo?
  • ¿Qué puede hacer cada uno de nosotros para que nuestra Lugartenencia tenga «un espacio teologal donde se pueda tener la experiencia de la presencia mística del Señor resucitado»?

Voy a concluir citando la oración final del documento del Papa: «Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar». ¡Amén!


Edwin Cardenal O’Brien


(6 de junio 2018)