Junto a los enfermos, los médicos y las enfermeras

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Doctors with the Coronavirus patients after recovery, Bethlehem

En estos meses de emergencia sanitaria, nos hemos acercado en particular a los enfermos y trabajadores de la salud con la oración y el pensamiento. En la fiesta de San Camilo de Lellis, el cardenal Fernando Filoni, Gran Maestre de la Orden, presidió la misa en el Hospital de San Juan de Roma, dirigiendo sus palabras en especial a los que están pasando por la prueba de la enfermedad y a los que se dedican diariamente a cuidar a esas personas. «En cada hospital -comentaba al principio de su homilía el 14 de julio- se concentran dos retos: el de la salud del enfermo y el de aquellos que se dedican a superar las patologías que sufren. Un hospital es siempre un espacio de sufrimiento, esperanza y ejercicio de las capacidades profesionales. Un hospital no podrá ser nunca un simple lugar de trabajo como tantos otros».

En particular, no faltó el recuerdo para todo lo que se vivió durante este período único, en el que médicos, enfermeras y personal sanitario estuvieron en primera línea. «Nadie ha escapado a las lágrimas y palabras de quienes en los últimos días, ante la impotencia de tratar a innumerables pacientes hospitalizados por el COVID-19, se han dejado llevar por emociones de alta sensibilidad humana y espiritual. Nunca podremos olvidar la tristeza de quienes no ven regresar a casa a su ser querido, la ansiedad de quienes esperan un control médico o la alegría de quienes se han curado», comentó.

El Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro ha invitado a responder al desafío del momento actual apoyándonos firmemente en la Palabra de Dios: «Dentro de los límites de la medicina, en la perspectiva de la enfermedad, incluso de la muerte, ¿dónde está Dios? Pero, ¿no era esta también la pregunta que Cristo quiso responder con su venida? A Juan el Bautista, que le había enviado algunos de sus discípulos para investigar si era el Cristo, Jesús le respondió: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados» (Lc 7, 22). En resumen, Jesús decía que Dios no es indiferente a la humanidad que sufre y que él mismo se identificaba con los enfermos: «Estuve enfermo y me visitasteis… cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 36-41).

En Tierra Santa, los Caballeros y Damas de la Orden del Santo Sepulcro ayudan generosamente desde hace años en varias instalaciones sanitarias de excelencia. Entre ellas queremos mencionar dos que abarcan el ciclo de la vida de principio a fin: el Hospital Infantil Cáritas de Belén, el único hospital pediátrico de Palestina, y el Hospital San Luis de Jerusalén, especializado en cuidados paliativos y que a menudo acompaña a sus pacientes de todas las religiones hacia la muerte con amor y respeto.  Además de estas estructuras, otras instituciones como Effetà, también en Belén, para la reeducación audiofónica de niños y jóvenes, o el Centro Nuestra Señora de la Paz en Ammán, que trabaja con jóvenes discapacitados, ofrecen diversos servicios que tratan de responder a las necesidades médicas así como a las sociales y humanas.

El sufrimiento físico, psicológico y espiritual de los enfermos no pasa desapercibido para los miembros de la Orden y, además de los que deben recibir asistencia, en este momento recordamos especialmente en la oración a los que ofrecen esta asistencia. Como recuerda el Gran Maestre, el cardenal Fernando Filoni, «el hospital o es un lugar de profunda humanidad y ejercicio del amor en el cumplimiento de la profesionalidad médica, o un lugar de fría competencia médica». Y concluye: «Que el Señor bendiga a enfermos, médicos y profesionales de la salud».


(Julio de 2020)