A propósito de...

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A proposito

No es raro que en la imaginación colectiva se asocie la espada con los caballeros de la Edad Media, a los que se atribuyen virtudes como lealtad, fidelidad, solidaridad, honor, nobleza de espíritu, fortaleza, abnegación, defensa de la justicia y la verdad y, sobre todo, fe, esperanza y caridad.

El rico simbolismo de la Vigilia de Investidura de los Caballeros y Damas del Santo Sepulcro de Jerusalén conserva, además de la espada, las espuelas, el jarrón de aceites perfumados (nuevo), la bendición de mantos, velos e insignias. El Ritual de las Celebraciones ilustra claramente, de manera concisa, este rico simbolismo. En cuanto a la espada, el Evangelio habla de ella haciendo referencia a la vida y enseñanza de Jesús.

 

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Jesús estaba en el huerto al otro lado del Cedrón, un torrente en el valle separa la Ciudad Vieja de Jerusalén del Monte de los Olivos. Había ido allí después de la Última Cena, cuando había lavado los pies de los Discípulos y rezado la oración suprema a su Padre para preservarlos del demonio y consagrarlos con la verdad (cf. Jn 17). Judas, el que traicionaría al Maestro, conocía este huerto donde Jesús solía descansar y orar. Se presentó con soldados y guardias para arrestar al Señor. En el momento del arresto, «Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. (…) Jesús dijo a Simón Pedro: “Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?”» (Jn 18,10-11).

 

No es el único lugar en el que se mencionan las espadas en el Evangelio, pero sí es el único en el que no es una metáfora, como, por ejemplo, en el Evangelio según San Mateo (Mt 10,34): «No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada». Esta expresión debe leerse en el contexto del «Discurso Misionero» de Jesús, en el que ilustraba la misión de los Doce. El mismo Jesús había aclarado cualquier malentendido, hablando de la batalla en la hora decisiva de su humillación, dirigiéndose a los que pensaban en términos de armas verdaderas: «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.  (...) Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas. El les respondió: “Basta”» (Lc 22, 36-38). Los exegetas comentan que Jesús, ante esta respuesta, reaccionó con un amargo y abatido «Basta», y que la opción por el Evangelio es costosa en términos de compromiso en la vida (G. Ravasi). Jesús habría sido un «signo de contradicción» (Lc 2,34) y su palabra habría sido «espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu» (Heb 4,12). La primera en experimentarlo habría sido María, la madre de Jesús, según la profecía de Simeón: «Y a ti misma una espada te atravesará el corazón» (Lc 2,35). Benedicto XVI comentará que «la Madre con la espada en el corazón, es el prototipo de este sentimiento de fondo de la fe cristiana, es decir, de la compasión de Dios que sufre con los hombres» (J. Ratzinger-Benedicto XVI, La infancia de Jesús, Planeta, 2012).

           

 

                                                                       Fernando cardenal Filoni

                                                                                  Gran Maestre

 

(14 de mayo de 2021)